Estaba planchando. Odio planchar, y la única manera que consigo reconcialiarme con tan tediosa labor, es el hecho de poder internarme en mi mundo interior. Me gusta pensar.
Al ser humano, precisamente, lo que le hace humano, es la capacidad de pensar; por lo tanto, no hay nada especial en ello, lo sé. El mundo de los pensamientos simplemente está ahí, dentro de nuestra cabeza. Lo que sí ocurre es que muchas veces pasamos de unos pensamientos a otros sin parar, sin darnos tiempo a reflexionar sobre ellos, pues los vamos superponiendo y... de repente, nos quedamos plantados ante una idea, un pensamiento. Pués bién, a mi esto me ocurre muy, muy amenudo. Lo único es que ahora he decidido escribir estas ideas puesto que la mayoria de las veces se van por donde han venido y muy rara vez vuelven a mi con la misma clarividencia de aquellos instantes.
Ahora mismo tengo que hacer un gran esfuerzo puesto que ya hace unas cuantas horas que he pensado en ello, y he perdido toda la frescura del momento. En realidad, me cuesta mucho rehacer estos instantes, puesto que mi memoria es absolutamente nula, y no son más que eso: instantes. A pesar de ello, me apetece hacer este esfuerzo, puesto que para mi es una terapia.
Judas.
Pensaba en la Biblia y en el significado de todas las cosas que están allí escritas. Pensaba también que en sus páginas no había nada gratuito, que todo tenía un por qué. Estos dias he empezado a leer la Biblia. Bién, no es que sea la primera vez que la leo, de hecho, la he leído muchísimas veces, pero siempre buscando lo que más me gusta, o lo que mejor me encaja en un momento o en otro...ahora los Salmos, otro dia los Proverbios...siempre me ha encantado la historia del Antiguo Testamento...etc... dependiendo a menudo de mi estado de ánimo. Ahora, sin embargo, me he propuesto leerla de una manera ordenada, de cabo a rabo, sin dejarme nada. Para mi es evidente que si tomo la Biblia para leerla, es porque quiero encontrarle sentido a todas las enseñanzas que están allí, si no, leería una novela, que por cierto, me encanta.
Pensaba en la Biblia y en el significado de todas las cosas que están allí escritas. Pensaba también que en sus páginas no había nada gratuito, que todo tenía un por qué. Estos dias he empezado a leer la Biblia. Bién, no es que sea la primera vez que la leo, de hecho, la he leído muchísimas veces, pero siempre buscando lo que más me gusta, o lo que mejor me encaja en un momento o en otro...ahora los Salmos, otro dia los Proverbios...siempre me ha encantado la historia del Antiguo Testamento...etc... dependiendo a menudo de mi estado de ánimo. Ahora, sin embargo, me he propuesto leerla de una manera ordenada, de cabo a rabo, sin dejarme nada. Para mi es evidente que si tomo la Biblia para leerla, es porque quiero encontrarle sentido a todas las enseñanzas que están allí, si no, leería una novela, que por cierto, me encanta.
Así, que mientras me venían estos y otros pensamientos, de repente me he quedado anclada en una idea: ¿por qué Judas? Si, si, estoy hablando del Judas que traicionó a Jesús. La crucifixión de Cristo ya estaba planeada, era algo que Dios había planeado para salvarnos, para redimirnos. Esto, yo, que soy cristiana, lo tengo claro. Pero ¿por qué la persona que lo había de entregar tenía que salir de entre sus más queridos amigos y discípulos? Dios, con todo su poder ¿no hubiera podido utilizar a algun malo remalo de la película? ¿Tenía que ser él? ¿Qué me quiere enseñar a mi con esto?
He pensado en seguida en la amistad, en el sentido de la amistad y en lo que para mi representa un amigo. He pensado en lo muchísimo que quiero a todos mis amigos, tanto aquellos que veo a menudo como aquellos que por circunstancias diversas veo menos. No, no tengo tantos amigos como puede parecer, són unos pocos...Pero si miro atrás, veo la cantidad de gente que he ido dejando por el camino, gente que he querido de verdad con la que nos hemos apoyado mutuamente en muchas ocasiones y que de pronto han desaparecido de mi vida, despacito, sin avisar...como aquel que no quiere la cosa...el caso es que ya no están aquí conmigo. Lo pienso y me da una pena terrible. Yo lo he intentado, pero no ha habido reciprocidad. Te resignas y ya está. Yo, los sigo queriendo. A pesar de ello, no me siento traicionada porque creo que seguramente yo he hecho lo mismo en alguna ocasión y seguramente sin querer. Por lo tanto, ahí es posible que yo también lleve mi carga de culpa.
Pero no me estoy refiriendo a este tipo de amigos, pues hay otros que aún he querido más. Son muy pocos, pero son aquellos a quienes he dado paso a mi intimidad. Los que han compartido mis inquitudes más profundas, aquellos ante quienes puedes desnudar tu alma, los que te conocen bién porque han compartido muchísimas cosas contigo y ya casi forman parte de ti, son como tus hermanos. Me estoy refiriendo a estos precisamente porque se trata de una amistad que sabes que nunca te fallará, que el cariño, el amor y el respeto es mutuo. Son amigos adquiridos en la madurez y desde la madurez. Uno se siente seguro ante este tipo de relación y tiende a pensar que ya ha encontrado un buen equilibrio para su vida.
Si extrapolo esta sensación de paz y armonía que me transmite el estar cerca de mis amigos, compartiendo cosas, y pienso en Jesús cuando estaba con sus discípulos, creo que me puedo aproximar ,aunque sea un poquito, a lo que pudo representar para él la traición de Judas. Judas era uno más. Estaba sentadao en la mesa con Jesús, estaba gozando del privilegio de su cercania, de su amistad, de su cuidado, de su confianza, y a su vez, compartía mesa con todos los demás discípulos quines eran también sus amigos y con quienes también había compartido infinidad de cosas. Había un equilibrio.
Intento imaginarme el momento en que Judas se levantó de la mesa. Supongo que el silencio de aquel instante sería sepulcral y al mismo tiempo todos se deberían mirar con cara de consternación., me imagino que serían momentos muy duros, seguramente que no se lo podían acabar de creer: ¿Judas? ¿nuestro Judas?
Volviendo al principio de mis reflexiones en las que comento que no hay ningún detalle en la Biblia que no tenga nada que aportarme y uniéndolas a la reacción de Judas, uno de los grandes compañeros y amigos de Jesús, no puedo dejar de pensar en la traición. Dios permite que Jesús sea traicionado por una persona que compartió muchas cosas de su vida y que se dijo amigo y seguidor suyo durante un tiempo.
Como he dicho en algún momento también, no creo que este episodio sea para nada gratuito. Dios aquí nos quire mostrar algo muy importante. Primero, y ante todo, la debilidad humana. La facilidad que tiene el ser humano en general por dejarse engatusar y deslumbrar por la necesidad de poder, necesidad de tener más., o simplemente por un ataque de envidia, o por una envidia guardada y encubierta durante muchos años ...quien sabe!!! Una debilidad que, en este caso concreto, se ve mucho más incrementada por ser precisamente uno de los queridos amigos de Jesús quien lo traiciona.
Nuestro padre nos quiere hacer ver lo vulnerables que somos ante las relaciones de amistat que tenemos.
Que en cualquier momento nos podemos sentir traicionados, que los Judas no están tan lejos de nosotros y que tenemos que ser cautelosos, porque la traición es también condición humana . Que no nos debemos ni desanimar ni deprimirnos y debemos sobreponernos a estas situaciones, tal y como lo hizo Jesús., que siguió en la cena compartiendo con los suyos sin mirar atrás. A Jesús le seguían quedando buenos amigos con quines pasar sus últimas horas. A nosotros también nos seguirán quedando personas por las que luchar y que, compartir nuestra vida con ellas, seguirá siendo un privilegio.
Procuremos no ser jamás Judas, puesto que, si somos nosotros los traidores, ya sabemos hacia dónde vamos...así que guardémonos de cualquier tentación.
Dios castigó al Judas de su historia. Y será Dios quien también pondrá en su lugar a nuestros Judas. No pensemos en venganzas. Pensemos solamente que Dios es nuestro vengador y vivamos en paz.
He pensado en seguida en la amistad, en el sentido de la amistad y en lo que para mi representa un amigo. He pensado en lo muchísimo que quiero a todos mis amigos, tanto aquellos que veo a menudo como aquellos que por circunstancias diversas veo menos. No, no tengo tantos amigos como puede parecer, són unos pocos...Pero si miro atrás, veo la cantidad de gente que he ido dejando por el camino, gente que he querido de verdad con la que nos hemos apoyado mutuamente en muchas ocasiones y que de pronto han desaparecido de mi vida, despacito, sin avisar...como aquel que no quiere la cosa...el caso es que ya no están aquí conmigo. Lo pienso y me da una pena terrible. Yo lo he intentado, pero no ha habido reciprocidad. Te resignas y ya está. Yo, los sigo queriendo. A pesar de ello, no me siento traicionada porque creo que seguramente yo he hecho lo mismo en alguna ocasión y seguramente sin querer. Por lo tanto, ahí es posible que yo también lleve mi carga de culpa.
Pero no me estoy refiriendo a este tipo de amigos, pues hay otros que aún he querido más. Son muy pocos, pero son aquellos a quienes he dado paso a mi intimidad. Los que han compartido mis inquitudes más profundas, aquellos ante quienes puedes desnudar tu alma, los que te conocen bién porque han compartido muchísimas cosas contigo y ya casi forman parte de ti, son como tus hermanos. Me estoy refiriendo a estos precisamente porque se trata de una amistad que sabes que nunca te fallará, que el cariño, el amor y el respeto es mutuo. Son amigos adquiridos en la madurez y desde la madurez. Uno se siente seguro ante este tipo de relación y tiende a pensar que ya ha encontrado un buen equilibrio para su vida.
Si extrapolo esta sensación de paz y armonía que me transmite el estar cerca de mis amigos, compartiendo cosas, y pienso en Jesús cuando estaba con sus discípulos, creo que me puedo aproximar ,aunque sea un poquito, a lo que pudo representar para él la traición de Judas. Judas era uno más. Estaba sentadao en la mesa con Jesús, estaba gozando del privilegio de su cercania, de su amistad, de su cuidado, de su confianza, y a su vez, compartía mesa con todos los demás discípulos quines eran también sus amigos y con quienes también había compartido infinidad de cosas. Había un equilibrio.
Intento imaginarme el momento en que Judas se levantó de la mesa. Supongo que el silencio de aquel instante sería sepulcral y al mismo tiempo todos se deberían mirar con cara de consternación., me imagino que serían momentos muy duros, seguramente que no se lo podían acabar de creer: ¿Judas? ¿nuestro Judas?
Volviendo al principio de mis reflexiones en las que comento que no hay ningún detalle en la Biblia que no tenga nada que aportarme y uniéndolas a la reacción de Judas, uno de los grandes compañeros y amigos de Jesús, no puedo dejar de pensar en la traición. Dios permite que Jesús sea traicionado por una persona que compartió muchas cosas de su vida y que se dijo amigo y seguidor suyo durante un tiempo.
Como he dicho en algún momento también, no creo que este episodio sea para nada gratuito. Dios aquí nos quire mostrar algo muy importante. Primero, y ante todo, la debilidad humana. La facilidad que tiene el ser humano en general por dejarse engatusar y deslumbrar por la necesidad de poder, necesidad de tener más., o simplemente por un ataque de envidia, o por una envidia guardada y encubierta durante muchos años ...quien sabe!!! Una debilidad que, en este caso concreto, se ve mucho más incrementada por ser precisamente uno de los queridos amigos de Jesús quien lo traiciona.
Nuestro padre nos quiere hacer ver lo vulnerables que somos ante las relaciones de amistat que tenemos.
Que en cualquier momento nos podemos sentir traicionados, que los Judas no están tan lejos de nosotros y que tenemos que ser cautelosos, porque la traición es también condición humana . Que no nos debemos ni desanimar ni deprimirnos y debemos sobreponernos a estas situaciones, tal y como lo hizo Jesús., que siguió en la cena compartiendo con los suyos sin mirar atrás. A Jesús le seguían quedando buenos amigos con quines pasar sus últimas horas. A nosotros también nos seguirán quedando personas por las que luchar y que, compartir nuestra vida con ellas, seguirá siendo un privilegio.
Procuremos no ser jamás Judas, puesto que, si somos nosotros los traidores, ya sabemos hacia dónde vamos...así que guardémonos de cualquier tentación.
Dios castigó al Judas de su historia. Y será Dios quien también pondrá en su lugar a nuestros Judas. No pensemos en venganzas. Pensemos solamente que Dios es nuestro vengador y vivamos en paz.